¿TU ABOGADO NO TE DEJA LLORAR?

Divorciarse duele. Enfrentarse a la persona que nos ha maltratado duele. Y revivir situaciones traumáticas duele. ¿Por qué, entonces, tu abogado no te deja llorar?

Hace años tuve que pedir a una compañera que me sustituyera en un juicio sobre una nulidad matrimonial (el señor se había casado con mi clienta para conseguir la nacionalidad). Imaginaos el sufrimiento que este hecho suponía para la señora. La compañera solo tenía que ir al juicio, todo lo demás estaba perfectamente fundamentado en la demanda. Sorprendentemente para mí, después de que se hubo celebrado el juicio y pregunté a mi clienta sobre como había ido me dijo que la compañera le había exigido que no llorase en el juicio, incluso le había reprendido cuando lo hizo en el despacho mientras le contaba su situación. La verdad es que me ofendió mucho que tratase así a “mi” clienta, que en este caso además era y es amiga. Os explico por qué: Yo trato con personas, con seres humanos que además se encuentran en una situación muy dura. ¿Cómo se le puede exigir a una persona que no sufra cuando se están tratando aspectos tan relevantes de su vida? ¿Por qué hay que ocultar el daño que nos causa esa situación? A mi lo que me molestaría es que una persona que se está jugando la custodia de sus hijos, su derecho a verlos y estar con ellos o la nulidad de un matrimonio totalmente fingido, como en este caso, permaneciese impasible como si con ella no fuese.

Mis clientes lloran porque sufren. Y yo no soy nadie para impedírselo, al contrario, lo único que puedo hacer es acompañarlos. Por supuesto que haré todo lo que esté en mi mano para solucionar su problema o al menos minimizarlo, pero incluso aunque lo consiga, no podré eliminar completamente su sufrimiento. Esta semana, una clienta lloraba en la puerta de la sala de vistas incluso cuando ya habíamos alcanzado un acuerdo con quien iba a ser su exmarido y solo nos quedaba ratificar ante el juez. Lloraba porque había sufrido y seguía sufriendo por el fin de su matrimonio y las circunstancias del mismo, porque la vida duele y más en la puerta de un juzgado de familia.

Mis clientes son personas reales y no van a ocultarlo delante del juez. En otra ocasión otra clienta/amiga (me doy cuenta de que tengo muchas así) me preguntaba en la puerta de la sala de vistas si se quitaba el pintalabios rojo que llevaba puesto ¿Por qué?, le pregunté. Porque cuando tuve el juicio por mi divorcio la abogada que me defendía me dijo que fuese al juicio sin pintar ni arreglar, me dijo. En este caso la compañera pretendía todo lo contrario, que su clienta pareciese más desgraciada aún de lo que era. Pues no, le dije, entra con los labios rojos que estás guapísima así.

Yo solo recomiendo a mis clientes que acudan decorosamente vestidos (entendedme: no ir con gorra, chanclas, en chandal… tampoco hay que ir vestido de traje de chaqueta, a no ser que te guste vestir así), que se dirijan con respeto al Tribunal, que hablen solo cuando les den la palabra y que, escuchen lo que escuchen de la otra parte, no hagan gestos ni aspavientos ostentosos. También les recomiendo que sean como son, que si no entienden una pregunta lo digan y pidan respetuosamente que se la repitan y si tienen ganas de llorar y no lo pueden evitar, simplemente que pidan disculpas si tienen que interrumpir su declaración.

Los jueces y fiscales también son personas, aunque los veamos muy serios e impongan con sus togas en el estrado. Es cierto que algunos se muestran muy incómodos ante las personas que lloran e incluso alguno hay que puede ser desagradable, pero lo normal es que entiendan la situación.

Recuerdo la declaración de un cliente en un juicio en el que solicitábamos la custodia compartida a la que la madre se negaba a pesar de que de hecho la estaban llevando a cabo. Una de las excusas que ponía la madre era que el padre vivía a 20 minutos del colegio de la niña, así que la jueza le preguntó cómo hacían por la mañana para llegar al colegio a tiempo. El cliente contestó con ternura: “Yo, todas las noches le pongo su reloj de Frozen a las 8 de la mañana…” A mí, lo del reloj de Frozen me llegó al corazón e intuí que a la jueza también, la miré inmediatamente y pude captar una discreta sonrisa. Supongo que hoy en día sigue poniendo el reloj de Frozen a las 8 en semanas alternas.

Eva Gay

Abogada

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